Pobre blanco | Sherwood Anderson

Las personas de los tiempos modernos, que viven en ciudades industriales, son como ratones que han dejado el campo para habitar lugares extraños. Viven entre las paredes oscuras de las casas, en las que sólo penetra una luz miserable, se vuelven demacrados y malhumorados, preocupados constantemente por el problema de abastecerse de alimentos y calor. Aquí y allá, un ratón más audaz se levanta sobre sus patas traseras y se dirige hacia el resto, asegurándose de estar listo para atravesar las paredes del confinamiento para destruir a los dioses que lo construyeron.

“Los voy a matar”, dice. Las ratas deben gobernar. Tienes derecho a disfrutar de la luz y el calor. Habrá comida para todos y nadie pasará hambre. Los ratones chillan y chillan en la oscuridad. Al cabo de un tiempo, al ver que nada extraordinario sucede, se entristecen y deprimen y recuerdan los tiempos en que vivían en el campo, pero no se apartan de las paredes de las casas, porque la costumbre de vivir en manadas les hacía temer el silencio de las largas noches y la línea infinita del horizonte.